jueves, 31 de enero de 2013

Evolución y usos históricos


Evolucion y usos

Los romanos heredaron, y después desarrollaron y perfeccionaron la mayoría de las máquinas de guerra que los griegos helenísticos utilizaban en sus guerras y asedios a ciudades enemigas. Su uso se reservaba al combate con ejércitos enemigos o al asedio de ciudades. Una de las grandes ventajas de la artillería romana fue el hecho de que durante muchos siglos muy pocos enemigos de Roma poseyeron y usaron máquinas de guerra. Básicamente, la artillería se dividía en dos tipos de máquinas: las que arrojaban piedras y la que arrojaban flechas o lanzas. No obstante, todas estas máquinas se basaban en un sencillo mecanismo de tensión y distensión mediante cuerdas o muelles. Entre los que lanzaban flechas estaban las catapultas -del griego καταπάλτης "que lanza"-, de las que el tipo más usual probablemente sea el escorpión -scorpio-; cada centuria disponía de uno de estos artefactos que arrojaba flechas de menos de 70 cms. con un alcance máximo de 350 m.; las flechas podían ser además untadas en pez y cubiertas de paja que una vez prendidas se convertían en proyectiles incendiarios.

catapulta del tipo scorpio


También había una versión para uso individual con la mano, la chiroballista -del griego χειροβάλλιστρα "lanzadora de mano"-, predecesora de las ballestas de mano medievales. Un tipo especial de la ballesta de mano era el gastrophetes -del griego γαστραφέτης, "ballesta de estómago"-, así llamada porque se apoyaba un extremo en el suelo y el otro en el estómago para tensar la cuerda; de esta deriva un modelo más complejo capaz de arrojar dos flechas, pero que debía apoyarse en tierra para el lanzamiento por su peso. En la época del emperador Trajano se desarrollaron las carroballistae, es decir, catapultas de flechas montadas sobre carros de dos mulas, lo que las dotaba de una gran movilidad; para su funcionamiento en combate se precisaba de hasta ocho soldados; cada legión contó con un número entre 50 y 60 catapultas de este tipo. Esta clase de artillería no causaba daños en las fortificaciones, salvo incendios en el caso ya explicado, sino que se usaba más para atacar al enemigo.


Chiroballista
Gastraphetes de mano



Gastraphetes doble de tierra

Entre las máquinas de guerra que arrojaban piedras y, por tanto, sí tenían una función efectiva en el ataque a fortificaciones, la artillería romana contaba con artefactos como la ballesta –ballista derivada del verbo griego βάλλω, "arrojar, lanzar"-, una por cohorte (10 por legión); necesitaba unos 10 hombres para su funcionamiento y lanzaba piedras en una trayectoria relativamente horizontal (proyectiles de entre medio kilo y 800 grs. que podrían llegar a unos 180 m.; también se han encontrado proyectiles desde 6,4 kg hasta 7,5 kgs., aunque hay autores que comentan que las grandes ballestas eran capaces de arrojar proyectiles de 20 kilos a 400 metros).


Modelo de ballesta para arrojar piedras

Otro artefacto de lanzamiento de piedras más sofisticado y más eficaz era el onager –que recibe su nombre de una especie de asnos salvajes que lazaban piedras al cocearlas con las patas de atrás-, tres por legión, un arma de sitio más que un arma para el campo de batalla que lanzaba piedras con una honda; describiría una parábola parecida a la del mortero actual, con un alcance de unos 30 m. Se introdujo su uso en el ejército romano a principios de la época imperial. En ocasiones llevaba delante un armazón de madera almohadillado para frenar la potencia del brazo del onager.


Reproducción de una catapulta medieval, evolución de las catapultas



Onager con armazón amortiguador del brazo de lanzamiento

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